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Estudios de género asistidos por corpus

Enfoques multidisciplinarios

by Giovanni Garofalo (Volume editor)
©2022 Edited Collection 290 Pages
Series: Linguistic Insights, Volume 299

Summary

Este volumen contribuye al desarrollo de la investigación en español sobre análisis del discurso de género asistido por corpus y, a la vez, disecciona las prácticas sociales que construyen discursivamente la violencia contra la mujer, las identidades de género, las sexualidades y los estereotipos socialmente implantados, a partir de los contextos escolares y académicos. Acudiendo al concepto de género como categoría de análisis y trasformación social y a las herramientas de la lingüística de corpus, cada capítulo logra desenmascarar la ideología patriarcal y heteronormativa subyacente en los discursos examinados, para deconstruir las jerarquías tradicionales de poder entre los sexos y el binarismo de género que siguen generando antítesis y desigualdad en el mundo contemporáneo.

Table Of Contents

  • Cubierta
  • Título
  • Copyright
  • Sobre el autor
  • Sobre el libro
  • Esta edición en formato eBook puede ser citada
  • Índice
  • Estudios sobre lengua y género: balance de un camino hacia la inclusividad (Giovanni Garofalo)
  • Un violador en tu camino/ A rapist in your path: un grito global contra la cultura de la violación (Carmen Gregori-Signes)
  • Análisis contrastivo de la noticiabilidad en torno a la representación periodística de la violencia de género en la prensa española y estadounidense (Miguel Fuster-Márquez)
  • ¿Hechos sesgados? Construcciones discursivas del género en las narraciones judiciales y mediáticas: el caso La Manada (Gianluca Pontrandolfo)
  • Secuencias formulaicas y heteronormatividad en los relatos eróticos de una comunidad homosexual en internet (Giovanni Garofalo)
  • ¿Empoderamiento o sumisión? Un estudio basado en corpus sobre la voz narrativa femenina en los relatos eróticos amateurs autopublicados (Javier Fernández-Cruz y Carla Fernández-Melendres)
  • Lengua y género: los corpus al servicio del desarrollo de estrategias discursivas no discriminatorias en aprendientes de español L2/LE/LH (Esperanza Román-Mendoza)
  • El sexismo lingüístico en los manuales de lengua italiana (Paolo Nitti)
  • Notas sobre los autores
  • Obras publicadas en la colección

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GIOVANNI GAROFALO

Estudios sobre lengua y género: balance de un camino hacia la inclusividad

1. Los primeros estudios y la distinción entre ‘sexo’, ‘género’, ‘identidad’ y ‘orientación sexual’

Los primeros estudios sobre las posibles relaciones, intersecciones y tensiones entre lengua y género se remontan a la segunda ola del feminismo, entre las décadas de los 70 y de los 80 del siglo pasado. La perspectiva conocida como ‘feminismo de la diferencia’ –que abogaba por la diferencia sexual como elemento liberador del sexo femenino más allá de los roles de género influyó particularmente en las etapas iniciales de esta corriente de investigación, generando una visión esencialmente binaria del vínculo entre lengua y género, centrada en las asimetrías entre las maneras de expresarse de mujeres y varones. En concreto, el trabajo seminal de Robin Lakoff (1973/1975) Language and Woman’s Place atribuyó por primera vez las diversidades observables entre el lenguaje de mujeres y hombres estadounidenses al sistema patriarcal, que tradicionalmente relega a las mujeres a un papel subalterno. En su análisis, Lakoff destacó cómo un conjunto de rasgos recurrentes en el habla de las mujeres –entre otros, el recurso a atenuadores, diminutivos, fórmulas corteses, eufemismos, preguntas cola, búsqueda de consenso en las respuestas o pautas entonativas ascendentes en oraciones afirmativas– eran claros indicios lingüísticos de su inseguridad e indefensión. Según la mencionada autora, la dominación del varón acaba llevando a las mujeres a un atolladero sin salida posible: si siguen empleando los rasgos lingüísticos característicos del sexo femenino, se ←7 | 8→les deniega sistemáticamente el acceso al poder; si, en cambio, dejan de utilizarlos, acaban siendo marginalizadas por resultar poco femeninas, inconformes y, a la postre, socialmente inadecuadas (Hall, Borba e Hiramoto 2021: 2).

Algunos años más tarde, Deborah Tannen (1990, 1993), discípula de Lakoff, planteó otra faceta del feminismo de la diferencia, inspirándose en los estudios de Gumperz (1982) sobre la comunicación interétnica. En opinión de Tannen, la mayoría de los malentendidos entre hombres y mujeres derivarían de las distintas formas en las que se socializa a niños y niñas en las subculturas de género, orientando a los niños hacia la competición y a las niñas hacia la cooperación. Esta nueva perspectiva permitiría distinguir el modelo de la ‘dominancia’, preconizado por Lakoff, del de la ‘diferencia’ introducido por Tannen. De hecho, mientras que la primera estudiosa consideraba las variedades de habla asociadas con un género particular como reflejo de una distribución desigual de poder que supeditaba a la mujer al dominio del varón, la segunda, en cambio, reconocía estas diferencias como elementos privativos pero de igual relevancia, relegando a un segundo plano las relaciones de poder. En cualquier caso, ambas perspectivas contribuyeron a perpetuar una visión binaria de los estudios lingüísticos de género, como si hombres y mujeres pertenecieran a esferas sociales y simbólicas separadas e internamente homogéneas (Bucholtz 2014, en Hall, Borba e Hiramoto 2021: 2). Esta concepción dicotómica, dominante en la literatura científica de aquella época, se debía principalmente a la marginalización histórica de las personas homosexuales o ‘no heteronormativas’ y a la ausencia de estudios sociolingüísticos sobre estos colectivos (Hall 2003).

La siguiente generación de académicos se dio cuenta de las limitaciones de estos enfoques pioneros, que atribuían en gran medida las diferencias lingüísticas entre hombres y mujeres a su distinta socialización en edad temprana. Asimismo, empezaron a cuestionarse las generalizaciones a las que habían llegado los anteriores estudios sobre lengua y género, basados prevalentemente en hablantes anglófonos de etnia blanca, heterosexuales, cisgéneros y de clase media. Esta revisión crítica puso de manifiesto, además, que los análisis realizados desde el mencionado binarismo habían descuidado la dimensión simbólica de las elecciones lingüísticas de los hablantes como recursos para expresar ←8 | 9→su identidad y negociar su poder en el discurso (Gal 1989, 1995). Este nuevo horizonte de reflexión fue abriéndose gracias a la influencia de destacadas figuras del feminismo posmodernista y posestructuralista como Penelope Eckert (1995, 2002), Deborah Cameron (2007, 2010), Mary Bucholtz y Kira Hall (1995), Jane Sunderland (2006) o Judith Butler (1990, 1993), quienes desafiaron las nociones convencionales de género, evidenciando que las subjetividades son el producto de una construcción social, expuesta a cambios diacrónicos, y que los roles tradicionales de género son el fruto de un discurso dominante. Al hilo de estas reflexiones , también la teoría queer (De Laurentis 1987, 1996) puso la lupa en las identidades existentes más allá del binarismo hombre-mujer, cuestionando el propio concepto de ‘normalidad’ y ‘naturalidad’ del deseo heterosexual. Adoptando los principios del filósofo francés Michel Foucault (1975), quien consideraba la sexualidad como un constructo sociocultural y rechazaba las identidades políticas monolíticas, los teóricos queer se dedicaron a deconstruir la visión esencialista de la sexualidad y del género, reflejada en aquellas ideas, narraciones y discursos que apuntan a demostrar que la heterosexualidad es la orientación sexual ‘natural’ y definida ‘por defecto’.

Para lograr estos objetivos con nuevas herramientas analíticas, fue imprescindible deslindar las nociones básicas de sexo, género, identidad de género y orientación sexual (Fausto-Sterling 2019).

Cabe aclarar, de entrada, que el sexo es una mera condición biológica y genética propia del ser humano, por la cual nacemos con determinados caracteres sexuales primarios (masculinos, femeninos o combinados, en el caso de la intersexualidad). Nuestro sexo biológico no determina nuestra identidad de género ni la orientación de nuestro deseo sexual. De hecho, entendemos por género el conjunto de roles socialmente construidos, comportamientos, actividades y atributos que una sociedad considera adecuados para los seres humanos de cada sexo. El género, por tanto, no es algo con lo que se nace, sino que las personas aprenden a interiorizar las normas esperadas y a actuar en consecuencia, lo que no tiene nada que ver con su fisonomía. Téngase en cuenta que los rasgos de personalidad y las pautas de comportamientos socialmente considerados apropiados para hombres y mujeres pueden cambiar según el marco cultural e histórico de referencia, ya que los conceptos de masculinidad y feminidad están sujetos a un constante ←9 | 10→proceso de evolución y resignificación, determinado por la educación y la cultura. Obviamente, es esencial no confundir la noción de género como constructo social con la de género gramatical, un rasgo morfosintáctico presente en muchas lenguas que se manifiesta en la flexión de sustantivos, adjetivos, artículos y de algunos pronombres.

El sentimiento de pertenencia al género masculino y femenino (el ser o sentirse hombre o mujer), a saber, la identidad de género de cada individuo, se establece en los primeros años de la infancia y afecta al modo en que sentimos y expresamos emocionalmente el género con el que nos identificamos. No siempre quien nace con órganos genitales femeninos crece sintiéndose mujer, ni todos aquellos que nacen con atributos biológicos masculinos acaban sintiéndose hombres, de ahí que la identidad de género resulte imposible de encasillar en el binarismo ‘hombre/mujer’ y que la comunidad científica internacional abogue ya por un modelo de identidad basado en un amplio espectro de posibilidades que conecta los dos extremos de lo masculino y de lo femenino. Así pues, el término cisgénero indica la condición de hombres y mujeres que se reconocen en el género correspondiente a su sexo biológico, mientras que transgénero es una categoría abarcadora que incluye a las personas que no siguen las expectativas, los roles y las actitudes de género relacionados con su anatomía. En presencia de una acusada disforia de género (malestar afectivo y cognitivo producido por la falta de identificación con el género ‘asignado’ por el sexo biológico), un individuo transgénero puede alcanzar la condición de transexual cuando emprende un tratamiento médico-quirúrgico encaminado a modificar su propio cuerpo, para adaptarlo al género con el que se identifica. En cambio, son personas de género no binario aquellas que no se reconocen en la oposición hombre/mujer y cuya identidad oscila entre lo masculino y lo femenino (personas de género fluido o genderfluid) o que se identifican con una mezcla de rasgos de ambos géneros (individuos genderqueer). Por último, se consideran personas sin género (agender) aquellas que rechazan identificarse con cualquier categoría de género socialmente preestablecida.

Si la identidad de género se refiere a la percepción de sí mismo, la orientación sexual se relaciona con la afectividad de cada individuo y con su manera de relacionarse con los demás y de sentir atracción sentimental o sexual por personas de un género u otro. Es oportuno ←10 | 11→subrayar que la orientación sexual no coincide con el género, ya que ambas nociones pueden combinarse de varios modos, dando lugar a un amplio espectro de opciones dispuestas en un continuum, desde la heterosexual hasta la homosexual, la bisexual, la pansexual, la asexual o la orientación sexualmente fluida, justificada por la capacidad del ser humano para modificar sus propias tendencias sexuales.

La introducción de todas estas variables en los estudios lingüísticos con perspectiva de género ha enriquecido enormemente este ámbito de investigación, gracias al aporte determinante de las perspectivas feminista y queer que deconstruyeron el binarismo ingenuo hombre/mujer, evidenciando el valor simbólico del lenguaje en la construcción de las múltiples identidades de género y en las dinámicas de poder en el seno de las sociedades.

2. Poder, ideología de género y perspectivas de investigación

Los primeros estudios de género basados en el modelo de la ‘dominancia’ de Lakoff (1975), a los que aludimos al principio, demostraron cabalmente que el poder está incrustado en las estructuras del lenguaje y que las normas que determinan las formas de hablar consideradas apropiadas para los diferentes géneros son el reflejo de una ideología subyacente. Retomando los axiomas de la filosofía de Althusser (1970), los académicos que adoptan la perspectiva analítica de género parten del presupuesto de que las sociedades tienen una ideología dominante, compartida por la mayoría de sus miembros y constituida por un conjunto de creencias y valores que parecen ‘naturales’ y ‘de sentido común’ (Bengoechea Bartolomé 2015: 11), ya que están interiorizados por la mayoría de los individuos y respaldan los intereses de los grupos sociales más poderosos. La ideología se convierte en hegemonía cuando, como apuntó Gramsci (1975), llega a ser el factor que, casi siempre de forma subliminal, nos impulsa a actuar y determina la organización de nuestra vida pública y privada. Una de las ideologías hegemónicas que permean sutilmente nuestra existencia y nuestra forma ←11 | 12→de concebir el rol social que interpretamos es la ideología de género, entendida como

las características y los atributos que son reconocidos como masculinos y como femeninos en una determinada sociedad, así como el valor que se les asigna. Desempeña un papel fundamental en el proceso de socialización, durante el cual se asumen las identidades femeninas y masculinas (Bengoechea Bartolomé 2015: 12).

La ideología de género es hegemónica justamente porque no se percibe como algo ‘impuesto’ desde arriba, sino como la manifestación de algún principio ‘natural’ y de sentido común, con frecuencia basado en el orden biológico que asegura la perpetuación de la especie. De ahí, por ejemplo, el ‘mantra’ repetido por los sectores más conservadores de la sociedad que confunden el género con la actividad reproductora y mantienen que solo hay dos géneros, ya que solo un hombre y una mujer son capaces de engendrar la prole y, por ende, de constituir un núcleo familiar. La hegemonía se consigue a través de la generalización de los discursos, que nos llevan a aceptar la visión dicotómica según la cual existen solo dos sexos, con comportamientos ‘naturales’ necesariamente diferenciados y que no es útil ni necesario comparar. Lo que la ideología de género esconde es que esta visión binaria genera desigualdad y una implícita asimetría de poder, con una frecuente subordinación e invisibilización de la mujer o de los grupos sociales tradicionalmente marginalizados, como el colectivo LGBTIQA+. Para contrarrestar este estado de cosas, los estudios de lengua y género con perspectiva feminista se han dotado del concepto de género, concebido como categoría de análisis y de transformación. En palabras de Bengoechea Bartolomé (2015: 11), el género se define como

Una categoría de análisis que, como una lupa, se acerca a la realidad de mujeres y hombres para escudriñar detalles del orden establecido que pasan inadvertidos, para interpretar ese orden social y para impugnarlo. Es, además, una categoría de transformación porque, una vez interpretada la realidad, se utiliza para enarbolar la resistencia y luchar por un cambio.

Details

Pages
290
Year
2022
ISBN (PDF)
9783034346863
ISBN (ePUB)
9783034346870
ISBN (Hardcover)
9783034345484
DOI
10.3726/b20525
Language
Spanish; Castilian
Publication date
2023 (February)
Published
Bern, Berlin, Bruxelles, New York, Oxford, Warszawa, Wien, 2022. 290 p., 11 il. blanco/negro, 34 tablas.

Biographical notes

Giovanni Garofalo (Volume editor)

Giovanni Garofalo es catedático de lengua española y traducción en la Universidad de Bérgamo (Departamento de Lenguas, Literaturas y Culturas Extranjeras)

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