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Etnografía y Feminismos

Restituyendo saberes y prácticas de investigación

by Carmen Gregorio Gil (Volume editor)
Edited Collection 550 Pages
Series: Researching with GEMMA, Volume 2

Summary

La politización de nuestros cuerpos como feministas nos abre un campo amplio de posibilidades de deconstrucción de sexualidades, géneros, razas. Este libro nace de la necesidad de compartir diferentes propuestas metodológicas en la práctica de una investigación feminista generada desde la comunidad GEMMA. Las diferentes propuestas emergen desde espacios epistémicos de contestación y resistencia a prácticas académicas androcéntricas, clasistas, sexistas y coloniales, abriendo la posibilidad de repensar las relaciones dentro de las investigaciones, los productos y el mismo papel de la investigadora. La etnografía feminista se presenta como herramienta epistemológica y política, forma encarnada de habitar nuestras investigaciones mediante las que denunciar órdenes de poder, violencias y desigualdades.

Table Of Contents

  • Cubierta
  • Título
  • Copyright
  • Sobre el editor
  • Sobre el libro
  • Esta edición en formato eBook puede ser citada
  • Prefacio
  • Agradecimientos
  • Table of Contents
  • Tejer procesos de investigación y colectivizarlos
  • I Reescribir. Rasgar silencios, testimoniar y narrar
  • Narrar cuando se impone el silencio. La palabra viajada en el borde del objetivo de una cámara de vídeo (Esperanza Jorge Barbuzano e Inmaculada Antolínez Domínguez)
  • Reconociendo las geografías emocionales del desplazamiento en Colombia: diálogos a través de la imagen y la memoria (Melissa Chacón)
  • Herbario: Poesía y Meighería desde os coñecementos subalternos de as mulleres rurais galegas (Ana Fernández Fernández)
  • Bordado colectivo, entretejer una etnografía de la vejez en Gangi (María Viñolo Berenguel)
  • II Autoetnografía. Escribir desde la experiencia encarnada
  • ¿Escribir ciencia desde mi lugar lésbico y feminista? (María Alonso)
  • Encarnando la etnografía. Escribir sobre el trastorno de ansiedad generalizada (Ana Álvarez Borrero)
  • Viviendo entre mi proceso oncológico y de investigación (Victoria Fernández Sánchez)
  • Escribir para que el cuerpo no duela: politizar el dolor, la vergüenza y el miedo desde el género, la clase y la ruralidad (Laura Sánchez Mera)
  • III Coescritura. Etnografías colaborativas y activistas
  • Investigar en espacios propios: afectos y vulnerabilidades en la investigación feminista (Cristina García López)
  • Hackear las tecnologías de producción de conocimiento científico (Lola Martínez-Pozo)
  • Investigar desde el activismo disidente sexual y de género en andalucía: mi puchero metodológico (Diego Mendoza Albalat)
  • Militancia de investigación junto a mi grupo político. Lo que aprendo con la etnografía feminista (Ariana S. Cota)
  • Ética de la despatologización: un enfoque en proceso (Amets Suess Schwend)
  • IV (In)corporar la etnografía en el tránsito por lugares comunes
  • Deconstruyendo el paradigma positivista a través de la etnografía feminista: aprendizajes encarnados desde el trabajo social (Ana Alcázar-Campos)
  • Dis-othering y reflexividad relacional: integrando conflictos y miedos identitarios, éticos y políticos en la etnografía (Arrate Gutiérrez Gómez)
  • Girar, dudar y sentir, el tránsito hacia una etnografía feminista sobre el derecho a la ciudad (Paula Pérez Sanz)
  • Desde tañi descolonización feminista (Doris Quiñimil Vásquez)
  • Cuando el dolor se encarna en la práctica etnográfica (María Espinosa-Spínola)
  • Epílogo
  • Habitar la academia con mucho cuidado: origen y continuidad de una genealogía feminista (Herminia Gonzálvez Torralbo)
  • Obras publicadas en la colección

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Carmen Gregorio Gil

Tejer procesos de investigación y colectivizarlos

Cada vez escucho a más compañeras de diferentes universidades lamentar la imposibilidad de sacar tiempo para la escritura, tener que buscarlo en horas fuera de su jornada laboral, restarle tiempo a su familia y amistades, a sus horas de sueño y descanso. Algo falla, no deja de ser paradójico que siendo PDI (personal docente e investigador) en una universidad pública nos cueste tanto encontrar el tiempo para investigar y su correlato, escribir sobre lo que hacemos. Quizás nos amenazan algunos de los cronófagos1 con los que mi colega Lorenzo Casellas trata lúdicamente de hablarnos de los monstruos que amenazan la organización de nuestros tiempos. A mí me asedian unos cuantos, no dudo que algunos de ellos contribuyen a que viva con ansiedad mi falta de tiempo, pero lo que vivenciamos la mayoría de nosotras es una sobrecarga de trabajo relacionada con la creciente burocratización de los procesos académicos, como ya ha sido puesto de manifiesto en diferentes artículos académicos, transcendiendo incluso a los medios de comunicación2. Yo suelo decir, que desde que entramos en el Mapa Europeo de Educación Superior en el año 2010 nos cambió la vida como docentes e investigadoras: los grupos de clase nunca se redujeron como se prometía, su implantación coincidió con una crisis económica y los recortes consecuentes aumentaron nuestra carga docente; los programas de nuestras asignaturas, ahora Guías docentes, establecen una relación «contrato» con el alumnado desde lógicas de mercado en las que más que un protagonista corresponsable en su proceso de aprendizaje se convierte en un cliente; los espacios de participación del alumnado se instituyen dentro de comisiones de seguimiento de los títulos que, ante una aparente garantía de derechos de participación, su voz queda sofocada por el profesorado, restándole corresponsabilidad y agencia; toda la ←15 | 16→comunidad universitaria, al fin, terminamos reproduciendo lógicas burocratizadas que terminan desenfocando la atención en lo que ocurre realmente, para quedarse en «si queda registrado» lo que dices que harás o en el mejor de los casos lo que realmente has hecho. Los dispositivos para garantizar la supuesta calidad de nuestro sistema educativo y con ello de nuestras enseñanzas son nuestros cronófagos, la valiosa idea de evaluación para mejorar nuestras prácticas, muta en herramientas de control que nos ocupan mucho tiempo contando lo que hacemos en diferentes formatos y para distintos agentes de evaluación y fiscalización. En antropología social, mi área de conocimiento, una práctica de investigación de calidad debería concretarse en la realización de trabajo de campo de manera intensa y continuada y en la escritura de los correspondientes informes de investigación, que denominamos etnografías. Estoy convencida de que esa experiencia llevada a las aulas alimentaría no solo la comprensión de nuestra disciplina y su metodología particular de acercarse al estudio de lo sociocultural, también la pasión por el conocimiento antropológico. Quizás si pudiésemos disponer de este tiempo para la investigación etnográfica, dejarían de tener tanto peso en la docencia de la antropología social, las etnografías que han hecho los demás, habitualmente hombres antropólogos, los llamados “fundadores de la antropología”3 y con ello, obviamente, no quiero decir que se dejen de leer, pero sí me parece importante incluir en la formación a nuestro alumnado nuestros procesos de investigación, nuestras vivencias en el campo, nuestros dilemas éticos, conflictos y tensiones. He escuchado en diferentes congresos de quiénes se inician en la antropología social demandar precisamente esas experiencias compartidas en su formación etnográfica, esa caja negra de nuestras investigaciones. Sin duda, el trabajo de campo es una experiencia única que ha de ser vivida en primera persona y, por tanto, hemos de pasar por ella para plantearnos nuestros propios interrogantes o dilemas, pero quizás escuchar por lo que han pasado otr*s antropológ*s y establecer nuestros diálogos con ell*s no estaría nada mal. La propuesta de este libro parte de esa necesidad de abrir la caja negra de nuestras investigaciones y compartir nuestras formas de entender la etnografía, experimentar y experienciar, confrontarnos con nuestros miedos, dilemas y contradicciones, en definitiva desde un ←16 | 17→lugar, como diría Ruth Behar (1996), vulnerable, al objeto de promover diálogos sobre nuestra práctica etnográfica. Cada vez encontramos menos espacios de difusión de nuestras investigaciones que alienten este tipo de escritura, que salgan de esa estructura ordenada, del canon del conocimiento “científico” en tanto expresión de predecibilidad y control, de ese edificio que trae Pérez-Bustos (2019), citando a Katerine Collins (2016), a modo de metáfora al referirse a que “a menudo escribimos acerca de nuestra investigación como si las teorías y los argumentos fueran edificios … una enorme pared de ladrillos rectangulares, ordenada y recta, que progresa hacia arriba y hacia adelante … esta forma de pensar sobre el conocimiento es poderosa [pues] ofrece un sentido reconfortante de progreso y control … Y aunque todos sabemos muy bien que la creación de conocimiento no sucede realmente de la manera controlada y predecible como se deduce de la metáfora, esta es la estructura que imponemos a nuestra escritura: una actividad que es ordenada, implica racionalidad antes que emoción y habita en la esfera pública no en la privada” (2019: 2).

En algunos viajes a universidades mexicanas y colombianas cuando las colegas me hablaban de sus posibilidades de disponer de un curso completo dedicado a la investigación cada cierto periodo de tiempo, no me lo podía creer. En mis 22 años en la universidad de Granada me ha resultado imposible encontrar ese tiempo continuado para el trabajo de campo, para salir de los tiempos definidos por la docencia, por los procesos de dirección de las tesis de mis doctorandas o de los Trabajos de investigación fin de máster y por supuesto de todo el trabajo invisible burocrático y de sostenimiento de procesos colegiados (tribunales de tesis, comisiones de plazas, reuniones de Departamentos, Juntas de Facultad, Institutos de investigación, comisiones de garantía interna de calidad de los títulos de grado y máster, etc.) de presentación de proyectos a diferentes convocatorias (investigación, innovación docente…) que marcan nuestras agendas de forma imperativa y urgente. Si además te propones trabajar en todos estos procesos poniendo ese cuidado, ese tiempo invisible y, sin embargo, imprescindible para sentirnos bien, para sostenernos… ¿sigo?

En nuestra disciplina sin trabajo de campo difícilmente hay escritura, lo que vivo con bastante ansiedad y no necesariamente desde una lógica productivista, sino porque cada vez valoro más la necesidad de tener tiempo para reflexionar sobre qué hacemos, cómo lo hacemos, con quién lo hacemos y para quiénes, un «pensamiento con cuidado» (Gregorio 2019). Tiempo para alentar procesos de investigación con cuidado, porque no ←17 | 18→solo hemos de cuidar las relaciones en el campo, sino que es el cuidado el que produce esa relación desde la que nos sitúamos epistemológicamente como feministas (Gregorio, Pérez y Espinosa-Spínola 2020). Si bien, en lo que se refiere al ejercicio de la escritura científica se imponen las lógicas de la creciente mercantilización del conocimiento. ¿Para qué escribir una etnografía si lo que cuentan son los artículos publicados en las revistas de impacto JCR, Scopus? O incluso, ¿para qué escribir un libro como este, si los textos que incluye podrían tener mayor valor curricular si fuesen publicados en revistas situadas con elevados ranking de impacto? No es ningún misterio el negocio en el que se ha convertido la circulación mercantilizada de conocimientos, desde que hemos pasado a ser acreditadas y reconocidas académicamente por el número de citas en los rankings de impacto de revistas, fundamentalmente anglosajonas. Como señalan las editoras del monográfico «Embodied engagements: feminist ethnography at the crossing of knowledge production and representation» publicado en la revista Women’s Studies International Forum en 2014, el neoliberalismo define las investigaciones en términos de eficiencia y utilidad, enfatizando proyectos macro, métodos cuantitativos de investigación (neopositivistas) y pensamiento basado en oposiciones binarias y jerárquicas, por lo que limita de esta forma las investigaciones etnográficas feministas situándolas en los márgenes. Hemos llegado a situaciones realmente surrealistas, por ejemplo con la lengua inglesa, que ha pasado a convertirse en la “lengua de la Ciencia”, una colega que escribe en euskera y es de las pocas especialistas en Antropología y Lengua me compartía el desmérito con el que se evaluaba su CV porque las revistas de su especialización no se encontraban entre las revistas consideradas de impacto, todas en lengua inglesa, cuando además, es relevante escribir en euskera por razones obvias tanto de índole científica como política. ¿Cómo frenar esta colonización que están sufriendo las ciencias sociales críticas? Escobar (2018) en su prólogo al libro «Prácticas otras de conocimiento(s): entre crisis, entre guerras» nos trae las preguntas que a su juicio “se hacen cada vez más acuciantes, aunque la academia “normal” no se dé aún por enterada de su importancia para la construcción del conocimiento: ¿Con quién, cómo y desde dónde pensamos? ¿Con qué propósitos? ¿Qué significa pensar con otros -con los activistas de los movimientos que producen sus propios conocimientos, con los subalternos, con los grupos sociales en resistencia- en vez de pensar solamente desde, y con, los cánones de las ciencia sociales, por críticas que éstas parezcan?” (2018: 9).

←18 | 19→Este libro lo entendemos como una práctica de resistencia a los circuitos de validación del conocimiento científico señalados, pero también lo es, en su proceso de cocreación y por las problemáticas que se abordan en cada una de las contribuciones, cuestiones a las que me referiré a continuación. En primer lugar haré una breve mención al proceso de cocreación, para terminar presentando las secciones en las que se ha organizado el texto y cada una de las contribuciones que se incluyen en las mismas.

La concesión del programa de sabáticos de la Universidad de Granada en el curso 2018/194 para la realización de una estancia de investigación en la Universidad Nacional de Bogotá por cuatro meses me permitió desubicarme de la cotidianidad académica que he descrito, cargada de urgencias y procesos burocráticos. Durante estos cuatro meses, pude pararme a leer, escribir y reflexionar sobre mis prácticas docentes y de investigación. Tomé conciencia de que en los últimos diez años en lo referente a mis aportes en investigación había estado totalmente volcada en el acompañamiento de procesos de investigación de mis estudiantes de posgrado. En 2010, se presentaron cuatro tesis doctorales que había dirigido, y desde entonces, estoy en una media constante de 8 tesis doctorales en curso bajo mi dirección, a las que se suman un número significativo de trabajos de investigación fin de máster5. Añadido a ello, el tiempo que dediqué a la gestión como directora del departamento y coordinadora del nuevo Grado en Antropología social imposibilitó mi posibilidad de realizar trabajo de campo propio. Sentía que, en parte, me había desconectado de la etnografía, las tesis doctorales que dirigía abordaban problemáticas muy diversas, desde el cáncer de mama, el derecho a la ciudad, las luchas y resistencias de las mujeres en diferentes contextos, las adopciones internacionales, las políticas de desarrollo, la transexualidad, los tecnofeminismos, la enfermedad mental o las lesbomaternidades. Aunque en todos ellos el análisis ←19 | 20→de la producción de desigualdades de género, clase, parentesco, extranjería vertebraba el análisis y, por tanto, entraban dentro de mi perspectiva teórica y política, sin embargo, no los sentía como propios, de la forma en la que vivimos la investigación etnográfica. El trabajo de campo etnográfico para mi tesis doctoral fue tan intenso relacionalmente que aun sentía que tenía compromisos pendientes6. Mi ruptura epistemológica me hacía huir de metodologías extractivas de investigación y me costaba mucho acomodar los proyectos de investigación que nos interesaban a lógicas vendibles7 en las convocatorias competitivas de investigación. Ante la imposibilidad de desconectar de mi realidad y pensando epistemológicamente en relaciones de alianza con los “sujetos” de estudio no encontraba un camino por el que seguir, salvo la investigación del propio contexto en el que habitaba, las movilizaciones feministas en mi ciudad, mi propia universidad, mi barrio y la gentrificación a la que estaba siendo sometido, incluso mi hogar y mi particular forma de entender el parentesco. Desde que empecé en la investigación siempre había encadenado un proyecto de investigación del Plan Nacional con otro, pero en este momento sentía que había perdido el rumbo, me había salido o me habían expulsado de un camino, ¿quizás demasiado lineal? Necesitaba parar y pensar desde un lugar epistemológico, político y ético. Y fue en ese parar y analizar el camino andado lo que me llevó a concebir este libro. En diciembre del año 2018 delante de mi ordenador portátil mientras contemplaba ese cielo bogotano, siempre cargando nubes que amenazan tormenta y confinada en mi «habitación propia» ante la realidad convulsa que se vivía en las calles bogotanas8 y desprovista de otras responsabilidades domésticas y académicas, escribí ←20 | 21→el siguiente correo electrónico, el 12 de diciembre de 2018 a un grupo de investigadoras a quiénes había dirigido sus trabajos de investigación:

“Querid*s colegas

Aunque a algunas de vosotr*s os he visto o nos hemos escrito en los últimos días y os había anunciado que os propondría hacer parte de un proyecto de publicación, a otras aun no os he comentado nada, porque el proyecto se está gestando en mi estancia de investigación en Bogotá y a otras, como en el caso de Maria Rodriño le perdí la pista (así que no sé si mantengas la misma dirección @mail). En cualquier caso más cerca o más lejos geográficamente y más cerca o más lejos de procesos de investigación formáis parte del proyecto que os relato en documento adjunto.

Ojalá que os guste y os animéis a participar. Me hace mucha ilusión construir este libro juntas. La idea sería tomarnos todo el año próximo 2019 para escribir los textos y pensar en su publicación para finales de año o 2020. En este tiempo buscaré una editorial con amplia difusión.

Un fuerte abrazo y espero que todo les esté yendo bonito, quedo atenta a sus comentarios.”

El documento adjunto se encabezaba con un título “Publicación de un libro sobre metodologías feministas de investigación: etnografías feministas” en el que se lanzaban tres títulos, explicando entre paréntesis “por definir, se admiten sugerencias pero podrían funcionar”. Los títulos eran los siguientes: A vueltas con la etnografía feminista, Explorar desde una etnografía feminista y Restituyendo saberes y prácticas de investigación: La etnografía feminista y explicaba en otro apartado cómo surge esta propuesta y porqué:

Comencé a dirigir trabajos de investigación de Postgrado (DEA, Máster y Doctorado) en el marco de la academia en el año 1998 aparejado a mi ingreso en la UGR en el curso 1998/99, desde entonces esta tarea me ha enfrentado a importantes desafíos, plagados de satisfacciones, también tensiones y conflictos en los que he aprendido mucho. He vivido estos procesos de forma intensa, emocionalmente hablando, como no puedo entender de otra forma la investigación que se construye en (co)relación y con “cuidado” así detrás de cada trabajo hay una intrahistoria más allá del resultado en “sí” de la investigación que en algunos casos la seguimos construyendo.

Tener la posibilidad de “parar” aprovechando que la Universidad me ha liberado este curso (2018/2019) de docencia me ha llevado a revisar (revivir) algunos de estos ←21 | 22→procesos y sus aportaciones en relación con la que es una de mis preocupaciones teóricas (las metodologías de investigación). Y ello me ha llevado a dibujar y visualizar un posible libro en el que reunir vuestras aportaciones metodológicas que considero muy valiosas para seguir alimentando discusiones metodológicas, al tiempo que poder disponer de un buen material docente y de investigación.

Es por ello que para construir este libro he pensado en las aportaciones de trabajos de investigación que he dirigido, bien sea de Máster o doctorado, que a mi modo de ver han realizado aportaciones metodológicas relevantes desde un enfoque feminista y que podría situar en diferentes ángulos que explico a continuación.

En el siguiente apartado del documento incluía una propuesta de estructura en la que situaba las diferentes contribuciones. En una primera sección situaba las contribuciones que a mi modo de ver suponían innovaciones metodológicas en lo que se refiere a cómo exponer los resultados de nuestros procesos de investigación, la titulaba Escribir, narrar las historias y reivindicaciones en otros formatos diferentes a la escritura y estaba reservada a aquellos trabajos de investigación que habían ido más allá de la escritura para narrar los procesos de investigación, utilizando formatos audiovisuales, fotografías, arpilleras y un herbario. Las autoras que incluía en esta sección contestaron con entusiasmo a la propuesta y lograron escribir sus textos, salvo María Sagrista9 con quien mantuve una reunión por Skype para hablar sobre su contribución, pero a quien finalmente perdí la pista en sus cambios de residencia entre Nueva Zelanda, Indonesia y Vietnam, el nacimiento de su hija y la pandemia de la covid_19.

En una segunda sección situaba los textos escritos desde una experiencia encarnada, autoetnográfica, en los que las barreras entre el “yo” y el “otr*” se diluyen, pues la fuente de conocimiento es la experiencia propia, el saber ←22 | 23→desde el propio cuerpo (emocional). Todas las autoras culminaron sus textos salvo Elisa Caballero, que a pesar de su entusiasmo inicial y su deseo firme de escribir finalmente declinó, porque estaba en otro momento de su vida y le costaba enfrentarse de nuevo con la temática de su investigación de fin de máster GEMMA10.

Details

Pages
550
ISBN (PDF)
9783034345088
ISBN (ePUB)
9783034345095
ISBN (MOBI)
9783034345101
ISBN (Softcover)
9783034344951
DOI
10.3726/b19592
Language
Spanish; Castilian
Publication date
2022 (November)
Published
Bern, Berlin, Bruxelles, New York, Oxford, Warszawa, Wien, 2023. 550 p., 33 il. blanco/negro.

Biographical notes

Carmen Gregorio Gil (Volume editor)

Carmen Gregorio Gil es profesora de Antropología social en la Universidad de Granada, España. Ha realizado trabajo de campo en República Dominicana y España. Sus áreas de interés inlcuyen las migraciones internacionales, la organización social del cuidado, la violencia de género y las metodologías de investigación feministas. Blanca García Peral es antropóloga social en la Universidad de Granada. Titulada en Máster GEMMA por las universidades de Granada (España) y York (Reino Unido). Actualmente es investigadora doctoral en el “Progama de Estudios de las Mujeres, discursos y prácticas de género”, siendo su campo de especialización la diversidad familiar y la reproducción asistida.

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